Hacia las 9 de la mañana del 12 de agosto de 2000, el capitán Gennady Petrovich Lyachin, comandante del submarino nuclear ruso K-141 Kursk, dio la orden de disparar dos torpedos de salva.
Durante cuatro días, la marina rusa utilizó dispositivos sumergibles para intentar unirse a la escotilla de emergencia sin éxito. Proceso que fue criticado posteriormente por lento e inepto. El gobierno manipuló al principio la información acerca de la hora de los hechos, llegando a declarar que se había establecido comunicación con la nave y que la operación de rescate estaba en marcha, y rechazó ayuda de gobiernos extranjeros. Al quinto día, el entonces presidente Vladímir Putin autorizó a la marina para aceptar ofertas de asistencia británica y noruega. Siete días después del hundimiento, los buzos noruegos abrieron finalmente la escotilla en el noveno compartimento del submarino, esperando localizar supervivientes, pero lo encontraron inundado.
Una investigación oficial posterior, una vez analizados la mayor parte de los restos del naufragio, concluyó que la tripulación del Kursk se preparaba para cargar un Torpedo Tipo 65 cuando una soldadura defectuosa en la carcasa del proyectil causó una fuga de peróxido de hidrógeno, lo que provocó que el combustible de queroseno explotara. La explosión inicial destruyó la sala de torpedos, que se incendió, dañando severamente la sala de control, incapacitando o matando a la tripulación de la sala de control e hizo que el submarino se hundiera. El intenso fuego resultante de esta explosión desencadenó a su vez la detonación de entre cinco y siete ojivas de torpedo después de que el submarino tocara fondo. Esta segunda explosión, de una potencia equivalente entre 2 a 3 toneladas de TNT, destrozó los primeros tres compartimentos y todas las cubiertas, hizo un gran agujero en el casco, destruyó los compartimentos cuatro y cinco, y mató a todos los que aún vivían que estaban adelante del reactor nuclear en el quinto compartimento.
Una explicación alternativa a la hipótesis de la soldadura defectuosa sugiere que la tripulación no estaba familiarizada ni capacitada para disparar torpedos HTP y sin saberlo siguió las instrucciones destinadas a un tipo de torpedo muy diferente. Todo esto, combinado con una supervisión deficiente e inspecciones incompletas, provocó que los tripulantes empezaran iniciaran una serie de eventos que llevaron a la explosión.
Luego de las operaciones de rescate, los analistas concluyeron que 23 marineros ubicados entre los compartimentos 6 y 9 sobrevivieron a las dos explosiones, se refugiaron en el noveno compartimento y sobrevivieron más de seis horas. Cuando el oxígeno se agotó, los miembros de la tripulación intentaron reemplazar un cartucho de oxígeno químico de superóxido de potasio volátil. Cuando se puso en contacto con el agua de mar mezclada con aceite que se había filtrado en el compartimiento, provocó una explosión y un incendio que consumió el oxígeno restante. Las 118 personas de a bordo —111 miembros de tripulación, 5 oficiales de la 7.ª División de Submarinos de Misiles y 2 ingenieros de diseño— perecieron. La investigación concluyó que la marina rusa no estaba preparada para afrontar el desastre.
En 2001, un equipo neerlandés fue contratado para extraer los restos del mar. Empleando nuevas tecnologías, recuperaron todo excepto la proa, incluyendo los restos de 115 marineros, que fueron enterrados en Rusia. Más de dos años después del hundimiento, el gobierno ruso completó una investigación secreta del desastre de 133 volúmenes. De este informe, un resumen de cuatro páginas fue publicado en el periódico oficial Rossíiskaya Gazeta. En el informe se describe la «pasmosa falta de disciplina, el equipamiento obsoleto y mal mantenido» y «negligencia, incompetencia y mala gestión.» Además criticaba el injustificable retraso en el rescate.
En la imagen: El ‘Kursk’ tras ser recuperado y puesto en dique seco.