Un joven pidió cambiar el apellido paterno por el de su mamá, por quien siente “mucho orgullo”. El progenitor está preso porque abusó de su hija, hermana de quien presentó la demanda.
Ante la jueza de Familia, el joven explicó que él y su mamá fueron víctimas de violencia física y psicológica por parte del hombre. En 2017 tomó conocimiento del abuso que sufrió su hermana. Por este hecho el progenitor fue condenado a 12 años de prisión y actualmente continúa detenido en el Penal 1 de Viedma.
Desde entonces, el joven no utiliza más su apellido paterno. Ingresó en “un estado profundo de depresión”, vivía encerrado en su habitación, no quería ir al colegio.
Un proceso, un cambio de vida
Se enteró por publicaciones que existían este tipo de procesos para cambiar el apellido y ahí, según describió ante la jueza, “resurgió la esperanza de poder cambiar su vida”.
En relación al pedido de suprimir el apellido paterno y reemplazarlo por el apellido materno, destacó “el orgullo” que siente por su madre, quien también fue víctima de los malos tratos de su progenitor.
“Sé que solo voy a poder volver a ser feliz cuando deje atrás esa identidad que no me representa y me pueda llamar como deseo. De mi papá solo tengo recuerdos muy duros y tristes, porque también fue autoritario y violento en la crianza conmigo y también ejerció violencia de género con mi mamá. Nos causó un daño inmenso e irreparable a mi familia. Muchas veces me pregunto por qué me tuvo que tocar un padre así”, afirmó.
La jueza de Familia de Viedma recordó que “el apellido se corresponde con la identidad de un grupo de personas que integra una familia y que la distingue de otras familias de la sociedad”.
Para cambiarlo, la ley habla de “justos motivos” que deberán ser evaluados judicialmente en determinadas circunstancias.
Tras repasar la bibliografía y los antecedentes jurídicos en la materia, también tuvo en cuenta los testimonios. Fueron coincidentes en confirmar todo lo que dijo y sintió el joven.
“Es acá donde el proceso de cambio de nombre debe ser visto como un mecanismo reparador de esa identidad dañada. No solo se repara con un proceso de daños y perjuicios, o con dinero por el daño moral sufrido, sino también con procedimientos que calan más hondo, ya que se ocupan de sanar identidades estáticas y dinámicas, permitiendo dejar de lado aquellas identificaciones rígidas, que tanto sufrimiento nos ocasionan, para portar aquella identidad social que nos dignifique como ser humano”, explicó la magistrada.